11.30.2012

Galle

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Galle es la ciudad más importante del sur de Sri Lanka. Ya desde los primeros asentamientos de mercaderes portugueses allá por el 1500 se convirtió en una parada imprescindible en las rutas marítimas entre Europa y Asia. Pero no fueron los portugueses, sino los holandeses quienes construirían el actual fuerte e impulsarían el desarrollo de la ciudad hasta convertirla en el principal puerto del país durante más de doscientos años.
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Lo más conocido de Galle es el fuerte que data del s.XVII y forma parte del patrimonio de la UNESCO, pero no solo se trata de la zona amurallada, sino del casco antiguo resguardado en su interior y que a permanecido prácticamente inalterado hasta nuestros días, incluso el tsunami de 2004 que devastó gran parte de la zona moderna, a penas causó desperfectos en la zona antigua protegida por sus altos muros.
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Galle tiene el aspecto de un pueblo medieval europeo pero a la vez mantiene ese aire tropical y asiático, convirtiéndolo en uno de esos lugares con un carácter muy exótico, una ciudad colonial que ha ido cincelándose por el comercio y la mezcla de culturas, un enclave único en Sri Lanka y uno de los pueblos más bonitos de todo el sudeste asiático,  a la altura de Luang Prabang o Melaka.
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Mi viaje se acercaba a su fin y tentado por las preciosas playas del sur había estado a punto de no visitar Galle, pero por una vez hice caso de lo que ponía en la guía y al final fue una de las sorpresas más gratas de Sri Lanka. Caminar por sus calles es como pasear por un museo vivo, donde las antiguas villas, iglesias y mezquitas intercalan arquitectura holandesa, india y cingalesa. No es de extrañar que ese ambiente bohemio haya atraído a muchos artistas y diseñadores de todas partes del mundo. Se dice que actualmente las dos terceras partes de Galle son propiedad de extranjeros, pero el lugar aún se mantiene vivo, las tiendas están regentadas por cingaleses, en las playas que bordean las murallas se ve a familias bañándose vestidas, al atardecer los niños salen a volar sus cometas y las mezquitas y templos budistas estan repletos de fieles.
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Galle es una de esas joyas que han sobrevivido al paso de las años y han sabido preservar su singular carácter, pero lo que sí se percibe viendo el tipo de restaurantes y hoteles que abren o que estan aún en construcción, es que el turismo ya ha empezado a hacer mella, no en el sentido de destruir el legado arquitectónico pero sí de alterar el ambiente. Los extranjeros compran y restauran antiguas mansiones para crear segundas residencias, preciosos hoteles de lujo y restaurantes de lo más chic, el entorno y la fachada son inmejorables, pero poco a poco se va volviendo un lugar elitista, un escenario en el que pasean turistas como es Hoi An en Vietnam o Ubud en Bali. Lugares que son muy bonitos, que indudablemente vale la pena visitar pero que poco a poco van desplazando a la población local y perdiendo algo de su autenticidad, de aquello que los hizo en un principio tan únicos y atractivos. Al fin y al cabo es la eterna dicotomía entre conservación y desarrollo y también reconozco que es cierto que los lugares que no se han rescatado y conservado (a modo de explotación turística) suelen acabar desapareciendo o siendo derruidos para construir ciudades nuevas encima.
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Mi experiencia en Galle fue muy buena y a pesar del incipiente turismo aún es una ciudad real y muy vivo y reconozco que me encantó, es uno de esos lugares idílicos en los que muchos soñamos con retirarnos algún día, así que tampoco puedo culpar a los que lo han conseguido y están disfrutando de ello.
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