9.14.2015

Jardines persas, ancianas de las montañas y un largo viaje por carretera

Abyaneh
La claridad me despertó poco antes de que sonara la alarma del móvil, ya era de día y los rayos del sol atravesaban las viejas ventanas con forma de arco bañando toda la habitación con los cálidos colores de los vidrios multicolor. Me duché, empaqué todas mis cosas, desayuné y después de hacer el check-out me encontré con el taxista. Bueno taxista no era, era el mismo hombre que me había llevado en su coche particular hasta el hotel de Kashan y quien después de mucho negociar acordó llevarme a Esfahan aquel día.
Bagh-e Fin Garden
Bagh-e Fin Garden
Bagh-e Fin Garden
Bagh-e Fin Garden
Primero paramos en el Bagh-e Fin, (s.XVI) situado a las afueras de Kashan, también se lo conoce como el Fin garden y es uno de los jardines clásicos persas más famosos de todo Irán. Rodeado por el desierto, dentro de sus murallas se encuentra un verdadero oasis con enormes cedros de más 500 años de antigüedad, naranjos y diversos canales y piscinas por los que fluye el agua cristalina que brota de las montañas. El pavellón central es una maravilla, con altos techos abovedados decorados con motivos vegetales y diseños geométricos. En uno de los laterales del jardín se encuentra un hamman (baños árabes),  famoso no por su belleza sino por haber sido el escenario del asesinato de Amir Kabir,  el primer minstro de Irán desde 1848 a 1851 que se encontraba en aquel momento recluido en el Bagh-e Fin por order del Shah.
Bagh-e Fin Garden
Bagh-e Fin Garden
Bagh-e Fin Garden
Bagh-e Fin Garden
Fin garden
Bagh-e Fin Garden
Después condujimos durante aproximadamente una hora cruzando la polémica planta nuclear de Natanz, que es motivo de discusiones internacionales sobre lo que está pasando allí realmente. Es un lugar muy inquietante, no porque se vea nada de la planta puesto que es totalmente subterránea sino por la cantidad de torres de vigilancia, cañones antiaéreos, presencia militar y puestos de control que se ven en kilómetros y kilómetros alrededor del complejo. A pesar de estar recorriendo una carretera desierta uno se siente observado ya que cualquier vehículo que pase por allí es monitorizado y controlado. Está terminantemente prohibido hacer cualquier foto, y por lo que cuentan, el mero hecho de asomar la cámara o el móvil por la ventanilla podrían ser motivo suficiente para ser arrestado e interrogado.
Abyaneh
Pero pronto dejamos atrás los áridos paisajes  y los puestos militares para ascender por las carreteras de montaña que nos llevarían a Abyaneh, un pequeño pueblo situado a los pies del Monte Karkas que permaneció aislado durante siglos. 

Son tan solo unos cuantos edificios destartalados apilados en la ladera de una montaña, pero aún y su remoto emplazamiento Abyaneh es uno de los lugares más fotografiados y visitados de Irán. Con unos 1500 años de historia este pequeño pueblo es otro ejemplo de la riqueza cultural que esconde Irán y de la que tan poco conocemos en occidente.
Abyaneh
Abyaneh
Abyaneh
Abyaneh
Abyaneh
Abyaneh
Debido a su aislamiento, sus habitantes siguen hablando una variante del pahlavi, un dialecto previo al farsi que se remonta a la época de los Sasánidas (año 226-651) y también han preservado tradiciones y ceremonias que habían desaparecido hacía cientos de años en el resto del país. 

El pueblo llama la atención por el color rojizo de sus edificios de adobe, su ambiente rural y tranquilo y por los vestidos tradicionales que llevan las mujeres con diseños de una época anterior a la llegada del islam. Y es que estas afables ancianas vendiendo granadas y manzanas secas con sus vestidos floridos son uno de los mayores reclamos del pueblo.
Abyaneh
Abyaneh
Abyaneh
Yo estaba absorto mirando los edificios y haciendo fotos aquí y allá cuando el taxista, que había decidido visitar el pueblo conmigo, insistió en que me sentara un rato con él en un banco al sol, simplemente a disfrutar del momento. Una de las ancianas que había por ahí se sentó con nosotros un rato y nos regaló una enorme granada. No suelo ser un amante de las granadas pero esta era especialmente jugosa, nunca había probado nada igual ¡estaba deliciosa! la partimos por la mitad y nos la comimos allí mismo. Aquel momento sentado al sol, comiendo la granada a bocados con el conductor a mi lado, rodeados de esas imponentes montañas, saludando a las yayas y a los turistas que pasaban, fue seguramente uno de los mejores momentos del viaje.
Abyaneh
Abyaneh
Después de limpiamos las manos y beber de una fuente con agua fresca que venía directamente de las montañas fuimos hasta el final del pueblo y después de cruzar un riachuelo subimos una colina para poder apreciar Abyaneh de lejos. Aquel paisaje otoñal con los arboles y los arbustos de tonos dorados y un cielo de un azul tan intenso que parece irreal me transportaron por un momento a mi viaje de hace unos años al Tíbet.
Abyaneh
Abyaneh
Abyaneh
Abyaneh
De vuelta hacia el coche nos cruzamos con varios grupos de iraníes que me abordaron para hablar, hacernos fotos e intercambiarnos Facebook e Instagram, como si yo fuera famoso o algo así... también hablé un rato con un grupo de japonesas jubiladas muy simpáticas.

Lo siguiente fue dirigirnos a Natanz para comer un Kabab acompañado de yogurt y cebollas crudas bastante rico y para hacer una visita rápida a la Imamzadeh-ye Abd al-Samad, la tumba de un famoso místico sufí y la adyacente Gran Mezquita en la que el taxista aprovechó para hacer sus rezos mientras yo contemplaba las preciosas bóvedas mocábares y los intrincados mosaicos de cerámica turquesa.

Natanz
Natanz Mosque
Natanz
Natanz
Natanz
Desde Natanz fueron otras dos horas más de coche, con mi querido conductor cantando  los últimos hits iraníes que sonaban por la radio mientras cruzabamos el desolado desierto, hasta que finalmente llegamos a mi destino, la "ciudad de medio mundo", Esfahan.
IRAN

1 comentario:

  1. Cada vez que leo un relato sobre Irán me entran más ganas de visitar ese país y ver con mis propios ojos todo aquello.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar